Hoy por la mañana, en mis traslados en coche para realizar algunos pendientes personales, de súbito me di cuenta, de que ya había concretado la mayor parte de ellos y apenas tenía consciencia de lo que había ocurrido en ese lapso de tiempo ¡y es que claro, iba pensando en otras cosas! Me pregunté cuántas veces me ha ocurrido esto, y de qué cantidad de tiempo en años, días, horas, minutos y segundos, me había perdido en mis pensamientos y dejado de vivir en tiempo real, y lo que era más sorprendente, me cuestioné cuántas cosas yo había dejado de ver, oler o sentir, por ir absorta en mi pensamiento o en mi propia problemática de vida.
Y no es que se trate únicamente de mí, somos muchos, casi todos, los que estamos viviéndonos de esta manera. No me canso de observar a los caminantes del parque cercano a mi casa; van ataviados con sus ropas deportivas, portando, la mayoría de ellos, aparatos de sonido a los cuales conectan audífonos, teniendo a la música de su preferencia como compañía. Otros, simplemente caminan o trotan con la mirada puesta en algún punto distante, mirando sin mirar, estando sin estar.
Me pregunto en qué momento empezamos a vivir tan solo de cuerpo presente en el mundo, por qué nos retrajimos o de qué estamos huyendo.
Vivir en el mundo de los pensamientos tiene sus ventajas. Los grandes creativos de todos los tiempos, han sido también magnos pensadores, personas que han vivido apartadas de lo exterior y sumidas en las profundidades de su mundo interior, el mundo de los pensamientos. Y esto está bien, claro, cuando existe un balance, cuando no nos perdemos de lo que ocurre a nuestro alrededor, cuando somos capaces de observar y observarnos, cuando no nos identificamos con nuestros pensamientos y los experimentamos como una realidad que es generadora de emociones.
Una de las funciones de la mente (ese lugar donde se encuentran nuestros pensamientos) es anticipar y recordar, es ir de atrás para adelante, del pasado al futuro y viceversa. Y es así como, identificados en este ir y venir de nuestros pensamientos, sufrimos por lo que ocurrió hace ya muchos años y nos ponemos ansiosos por lo que aún no sucede. ¿Qué pasaría si nos atreviéramos a vivir el aquí y el ahora? ¿Qué pasaría si descubriéramos que en este momento que es único e irrepetible, todo está bien con nosotros?
Esta semana te invito a vivir en tiempo real. Haz una pausa en tus actividades diarias y tómate unos minutos para estar, y no sólo pasar por la vida. Dale a tus sentidos el regalo de ser tomados en cuenta, siéntate en algún parque y observa, huele, escucha.
Sal de tus preocupaciones (futuro) y tus sufrimientos (pasado) para vivir el presente. ¡VIVE EN TIEMPO REAL!
