Comunicación Afectiva = Comunicación Efectiva

Un abrazo logra más que mil palabras…

Empresas que realizan esfuerzos considerables para mejorar la comunicación en sus equipos de trabajo. Padres de familia que desean tener conversaciones adecuadas con sus hijos. Parejas que buscan lograr acuerdos claros. Y amistades que tratan de aclarar malos entendidos. Todos, con un mismo interés: tener una Comunicación Efectiva en sus interacciones personales.

¿Cuántas veces los hijos expresan que sus papás no los entienden? ¿Quién no ha sabido de empleados que no se atreven a comentar determinadas situaciones a sus líderes por temor a represalias, enojos o quiebres? ¿Y qué decir de ese esposo que prefirió omitirle información a su esposa para evitar una discusión?

Pareciera que es la falta de confianza para entablar una conversación armónica, el común denominador de los casos anteriores. Los sentimientos pueden lastimarse cuando no se logra una comunicación afectiva.

Sí, dije “afectiva”, es decir, que contempla simpatía y/o cariño. Creo que lo que más duele a un niño, es la forma en la que su papá lo regaña y no lo que le dice en sí. Es el temor a ser rechazado, a tener una separación con el ser querido, a romper lazos cuando existe un diálogo fuerte. Y si mi objetivo es hacer una observación, señalar una situación de riesgo o dejarle un aprendizaje, debo de analizar cuál es el medio que me dará un mejor resultado.

Y este ejemplo, lo llevo al mundo empresarial, donde la aplicación es similar, pues si se tiene la certeza de que se puede hablar de cualquier tema con el equipo de trabajo, con los líderes y clientes, sin obtener insultos, arrebatos o agresiones verbales, pues facilitaría las interacciones y se ahorraría conflictos, tiempos, distracciones e incluso trabajo.

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He participado de manera directa e indirecta en campañas para lograr Comunicación Efectiva. Las organizaciones invierten de manera considerable en tiempo y dinero; sin embargo, en la fase del diagnóstico, se revela que es la falta de afectividad que perciben los integrantes de un equipo con sus líderes y entre sí, la que impide tener diálogos sanos. Entonces, el enfoque y el sentido de tales iniciativas, cambia de rumbo, hacia el fomento de una cultura más expresiva, como complemento a compartir técnicas para una correcta expresión o transmisión de mensajes.

Pero, es ahí, donde inicia el verdadero reto de estos esfuerzos en las empresas, pues cuando se involucran los sentimientos, se vuelve complejo. Y más cuando hay paradigmas fuertes de separar a la Persona del Profesional. Incluso hay quien aún afirma: “Yo no vine a hacer amigos. Yo vine a trabajar”, “Yo no soy monedita de oro para caerle bien a todos”, “Yo digo lo que pienso y por franca la gente no me quiere”, “Pues al que le guste bien y al que no también”, entre muchos otros. Existen jefes que por el solo hecho de tener ese rol, bloquean cualquier opinión del equipo de trabajo. O bien, profesionistas que ven hacia arriba o hacia abajo a sus compañeros y depende de ello, el tipo de interacción que definen.

Queda claro que no es a través de una campaña, como tal, que se logra que las personas de una organización expresen su afecto, pero sí puede aportar granitos. Y referirme a afecto, no es que debo de sentir cariño por todos, lo cual sería ideal, tampoco que debo de hablar dulcemente, escribir con caritas sonrientes o tomarse de las mano; sino, a un trato cortés y amable, con empatía hacia el que me habla o escucha.

Hay ejercicios que ayudan a practicar el buen trato con las personas. Uno aparentemente sencillo y barato, por no decir, gratis, es: “el abrazo.”

Hemos escuchado, leído y sabido mucho sobre lo beneficioso que puede ser dar y recibir abrazos. Según se dice, un abrazo aumenta los niveles de oxitocina, hormona que reduce la presión sanguínea, lo que hace bajar el riesgo de padecer alguna enfermedad cardiovascular.

Recuerdo haber tenido una situación complicada en mi infancia, de la cual salí corriendo a encontrarme con mi madre y que una vez con ella, me dije… “Nada que en sus brazos no pueda resolver.” Hoy en día, el abrazo reconfortador de mi esposo me habla del apoyo, soporte y unión, sin que mencione ninguna palabra.

Así es, ninguna palabra, con solo el abrazo, sé que está ahí. Y lo mismo sucede cuando confronto una situación en el ámbito laboral. Me tranquiliza mucho saber que el tema será hablado civilmente, con empatía, muy seguramente con un café en mano, o degustando una rica comida. Sé que me escucharán y sé que escucharé, que habrá apertura y sobretodo un abrazo, que más que las palabras, será el que cierre la plática o discusión con total afecto.

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No se trata de reprimir emociones, de evitar enojos y quedarme callada cuando estoy en desacuerdo. Se trata de comunicarme con afectividad, comprendiendo que somos personas, y lo que ello implica.

Actualmente, son más las organizaciones que van incorporando con su personal, ejercicios como: “El minuto del abrazo”, “El abrazo antes que mi trabajo”, “El abrazo grupal”, entre otros, con la finalidad de practicar la Comunicación Afectiva para una Comunicación Efectiva.

Te invito a reflexionar, ¿hace cuánto diste un abrazo?, ¿cómo y a quién lo diste?, ¿por qué? ¿cómo lo sentiste?, ¿te gusta darlos?, ¿te incomoda, por qué?

Soy una persona muy abrazadora, saludo y me despido con un abrazo. La mayoría de las personas en mi vida también lo son, por eso,  me permito decir que: sí creo que un abrazo logra más que mil palabras.

Te mando un abrazo y agradezco tu tiempo para esta lectura.

Sobre el autor

Rocio Hernandez Su desarrollo profesional y experiencia de más de 10 años abarcan distintas áreas, entre las que destacan comunicación corporativa, cultura organizacional, capacitación, mercadotecnia, relaciones públicas, laborales y humanas. Diseña y facilita las sesiones de integración, intervención y evaluación de personal. Rocío también es dueña y fundadora de STUDIONCE, estudio fotográfico en Monterrey.

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